No es frecuente, pero a veces ocurre: una aerolínea –a veces es otra empresa, casi siempre online– introduce una oferta por error que en realidad consiste en casi regalar un producto sin tener intención de ello. Normalmente esto suele costarle a la compañía millones y millones de euros, como ha sucedido ahora con Qantas.
La australiana, que definitivamente vuelve a ser protagonista por las razones no deseadas, ha estado vendiendo billetes de avión de primera clase entre Estados Unidos y Australia por unos 3.300 dólares australianos. Un billete en primera clase, que es aún más caro y selectivo que clase business, tiene un precio en torno a los 19 mil dólares australianos, que serían unos 12 mil euros, pero se vendieron a 2.000 euros.
Como rosquillas, los clientes no se lo creían, y marcharon todos para muchas semanas, hasta que la aerolínea detectó el problema, apenas ocho horas después del inicio de la ganga.
Y ahí viene el siguiente conflicto: Qantas no respetará su venta. “Era evidente que el precio no podía ser ese”, dijo la compañía aérea, que, no obstante, para evitar un escándalo, va a colocar a todos los compradores en clase business. Los viajeros, en lugar de ahorrarse un 85 por ciento del precio, se van a ahorrar un 65, porque el asiento en esa clase tampoco cuesta 2.000 euros.
El asunto es delicado porque los viajeros nos son culpables del fallo de Qantas y es dudoso que se pueda incumplir el compromiso que supone la operación hecha legalmente sólo con el argumento de que es evidente que ese no podía ser el precio real.