El último de los tres vuelos diarios de Ryanair desde Palma a Manchester tenía que partir poco antes de la media noche. Pero por las huelgas de Francia, el avión volaba con dos horas de retraso, lo que hizo que el despegue fuera a las 12.30.
En ese momento, cuando el Boeing 737 Max iba a despegar, aún con el remolcador en la rueda delantera, se produjo una alarma de incendio y el personal de cabina del avión dio orden de abandonar la nave por las salidas de emergencia. Los toboganes desplegables de las puertas que se emplean habitualmente para entrar y salir del avión estaban disponibles y muchos viajeros, la gran mayoría, bajaron empleándolos. Sin embargo, en el lado opuesto, se abrió la portezuela que conduce al ala, pero no hubo rampas. Algunos viajeros se tiraron desde el ala al suelo y se produjeron algunas heridas. En los casos más graves fueron fracturas.
El incidente no pasó a mayores porque no había fuego y no podía ocurrir nada. De hecho, muchos viajeros no llegaron a desalojar el avión dado que no había ni siquiera humo.
Los pasajeros finalmente volaron a las siete de la mañana del sábado. Pero no todos porque a varios de ellos los centros sanitarios que los trataron les aconsejaron no volar hasta el lunes para hacerlo con garantías.